Oratoria para Políticos

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Toda persona que está en el ámbito de la política se ve expuesta continuamente a expresar sus ideas y a convencer a otros. Se ve obligada a demostrar que lo que ella tiene para decir es mejor o más adecuado que lo que dicen los otros. Además, cuando se expresa está continuamente mostrando y, de alguna manera, vendiendo su imagen. Contrariamente a lo que gente fuera de la esfera del ámbito político piensa, el pilar fundamental de su imagen está en su discurso y sus pensamientos, no en sus posturas o su ropa. Es muy común ver caer en este error a muchas personas: tanto a políticos que se preocupan sobremanera por su imagen corporal como a “asesores” que piensan que la clave de la imagen de sus candidatos está en las posturas y en el “acting”.

No hubo ningún político que prospere que constituya como principal pilar de su imagen el “acting”. Un político, su imagen, no es alguien que debe hablar, vestir y comportarse de cierta manera específica como una modelo de TV, sino alguien que debe mostrar que de alguna manera “sabe” interpretar e interpelar a sus oyentes, puede expresarse con claridad en ideas y en pensamiento, y puede defender estas ideas de manera concisa y eficaz.

El foco está en el discurso porque el discurso es autónomo en sí mismo: vale y tiene fuerza por peso propio y está subordinado a su propia lógica. El acting, aunque muy importante, siempre está subordinado al discurso: debe acompañarlo y reforzarlo necesariamente pero en sí mismo no es suficiente. El acting por sí sólo y sin, o con poco contenido, sólo tiene valor en modelos y gente de la farándula. Como parte de la imagen sin duda es importante, pero básicamente para acompañar los pensamientos, las ideas y la manera lógica y psicológica en que se expresan. Un político es diferente a otros casos donde el “acting” es lo más importante, porque la idea es venderse como un producto o mercancía, donde lo que importa es el deseo que produce, más allá de lo que dice o piensa.

Desde hace un tiempo (y sobre todo durante los 90’) asistimos a una “modelización” de la política en donde muchos políticos se piensan a sí mismos y se los ve como un producto u objeto que se vende y se ofrece, como otro producto más dentro de un mercado. Sin embargo, esta “despolitización” o “mercantilización” de la política tiene sus límites. Después de la caída a nivel mundial de la ideología del “fin de la Historia” esta “mercantilización” de la política junto con los políticos “fetiches” también ha caído. En el caso particular de la Argentina, con la caída del gobierno en 2001 se reimplantó nuevamente el debate y se restauró (a menos en parte) el valor de las ideas en la política. La “modelización” de la política es cada vez menos efectiva y anacrónica.

Si vemos los gobernantes hoy en día, excepto muy pocas excepciones, todos han sido elegidos por su discurso, por la imagen que ellos mismos construyeron a través de sus palabras: han sido elegidos por su capacidad oratoria y por la calidad de sus palabras y discursos. Y es que el discurso de estos líderes (como todo buen discurso) trasciende a la persona e integra a todas los demás hombres y mujeres que se identifican con ese discurso porque han sido persuadidas por el mismo.

A nivel mundial el debate de ideas ha vuelto a la política. En Argentina en particular, el debate está instalado en el seno de la sociedad. La política ha vuelto a la calle con fuerza pero todavía no está acompañada (salvo excepciones) de políticos que puedan expresar sus ideas con la misma fuerza y eficacia que la situación demanda. La fuerza, la potencia, la inteligencia en las ideas deben ir acompañadas de una técnica para realizarse. Estos cursos esperan brindar estas técnicas.

Director de Argumentatio Licenciado en Letras - Lingüística - Universidad de Buenos Aires Se desempeñó como profesor de Sociolingüística y Semiología en la UBA donde trabajó como investigador durante 5 años. Dictó cursos y seminarios en diversas universidades e institutos.